viernes, 4 de septiembre de 2015

La hija de Morfeo capítulo II Francia, llegada a Para Isis

Gisella y Sonia Dora decidieron comenzar su viaje yendo a Francia, cruzaron los Pirineos a pie, cargadas cada con una mochila y una bolsa con comida y bebida.
Afortunadamente, el sendero era relativamente fácil puesto que estaba señalizado con las flechas del camino de Santiago, al poco, llegaron a una posada ubicada frente a una vista inmejorable... a un lado Francia, al otro, España, bajo las nubes blancas que sombrean el verde paisaje pirenáico. Y del albergue... salían las notas de una música cubana. El lugar estaba regentado por un francés que las recibió muy afablemente, con acento del otro lado del mar.
-¿Tiene lugar para dos peregrinas, amigo?
-Para los que van a Santiago y para los que van a Francia, como ustedes... se puede peregrinar a todos lados, ¿no es verdad?
-Así es... lo sagrado está dentro de nosotros
-¡De hecho! bueno, pónganse cómodas, imagino que deben estar muy cansadas, esta noche hay tortilla y ensalada, ¿está bien?
-La tortilla, ¿francesa o española?
-Española, por supuesto! la francesa no es tortilla, es omelette, así no hace falta comparar, ¿no cree usted?
Gisella y Sonia rieron de buena gana y fueron a su habitación a ducharse y ponerse cómodas.
A la noche, bajaron a cenar al salón de la cabaña, vieron una puesta de sol maravillosa, tomaron un poco de vino y Sonia bebió mosto.
Oiga señor, ¿su esposa era cubana, no? preguntó Dora
Así es, mon petit, ¿cómo lo sabes?
Todavía sueña usted con ella, y es así como siguen juntos, ¡qué bonito!
Gisella le lanzó una mirada a su hija como diciendo... no sigas por ahí
Charles, que así se llamaba el hospitalero le preguntó a la pequeña... y tú cómo sabes tantas cosas ¿eh?
-yo... se me dan bien los sueños, señor...
-Habrá visto la foto que tienes ahí, y con la música con la que nos recibió...(comentó Gisella con una sonrisa)
La cena pasó y todos se fueron a dormir.
Sonia Dora vió los sueños de Charles y así supo que habían tenido un hijo que se hallaba en Burdeos, trabajando en un hotel como vigilante nocturno. Luego viajó hasta Burdeos volando y le localizó, pero no estaba soñando sino en el hotel, hablando con una clienta francesa de origen africano que atraía las miradas de todos los presentes.
Al día siguiente, después de desayunar se despidieron y Sonia le dijo a Charles, que no se preocupase por su hijo, que tenía una novia muy guapa en el hotel de Burdeos. Charles, encantado, no les cobró el desayuno.
Bajaron la montaña andando y cuando llegaron a Saint Jean Pied de Port, un pueblo medieval precioso al pie de las montañas, decidieron vender todo el queso que tenían antes de que se pusiera malo. Fueron al mercado y allí, después de vender su mercancía tomaron un café au lait y un chocolat.
Mientras se lo tomaban, Gisella lepreguntó a Sonia... oye... ¿y a dónde vamos ahora?
-¡Vamos a París mamá!
Gisella nunca había montado en tren, pero ver la campiña francesa deslizándose a toda máquina por la ventana le impresionó bastante ¡nunca había ido tan rápido!
A Sonia, sin embargo, no le pareció para tanto comparado con las velocidades a las que volaba en sus sueños, lo que si le fascinó fue el idioma de las personas, hablaban con una musicalidad y una elegancia... Gisella imitaba el acento y la pequeña se partía de risa..
Viajaban en unos asientos que se miraban frente a frente, compartiendo el espacio con dos señores desconocidos, de traje y corbata, al cabo de una hora se quedaron dormidos y Sonia Dora decidió dormirse también y entrar en su sueño.
Uno de ellos soñaba que estaba en la oficina dando un discurso a sus empleados, todos le miraban embelesados excepto una... Sonia Dora.
¿Qué hacía una niña de 11 años en una oficina como aquella? Sonia se comenzó a reír viendo las caras que ponían las personas y como reaccionaba el ejecutivo viendo a la niña... parecía que le tenía miedo.
Sonia Dora decidió transformarse en algo inofensivo, para tranquilizarle... y para divertirse. Se transformó en una ovejita. Se quedó mirándole embelesado, pero parece que la súbita transformación de la niña le sobresaltó y se despertó inmediatamente, Sonia, se hizo la dormida, pero una irrefrenable sonrisita asomaba en su boca, no pudo aguantarse y finalmente estalló en carcajadas, Gisella y el otro ejecutivo cambiaron una mirada sorprendida y este último pareció preguntarle a su colega qué había pasado.
Nada, nada... he tenido un sueño muy extraño con esta mocosa de enfrente y justo cuando me he despertado ella se se estaba riendo... muy extraño.
Gisella que hablaba el francés bastante bien comprendió lo que decían y le preguntó a Sonia Dora qué había pasado. Gisella la recomendó no hacer esas coas, podían meterse en problemas... pero lo cierto es que le hizo mucha gracia recordar la cara del ejecutivo cuando se despertó de golpe y miró a Sonia. así que tuvo que levantarse a ir al baño y poder reírse tranquila. ¡Tenía que educar a su hija!



Al llegar a París no supieron muy bien a donde ir, era tarde y no tenían alojamiento. Gisella entendía muy bien el francés, pero cuando hablaba con los franceses prácticamente hablaba en catalán con acento francés.
Al llegar a la estación y caminar hacia las salidas, hablaron con un padre y su hijo que habían ido en el mismo tren que ellas. El papá, muy amablemente, les ofreció pasar en su casa aquella primera noche.
Montaron en un taxi y por el camino Sonia y Pierre, el niño, se presentaron, y por señas, Dora le contó de dónde venían y cómo habían llegado hasta allí. Luego le preguntó a Pierre, y él le contó que su deporte favorito era el fútbol, que le encantaban los pájaros y los aviones porque su sueño más preciado era volar.
Sonia sonrió y le dijo... esta noche, si quieres, volaremos por la ciudad. Pierre no la comprendió, pero asintió fascinado mientras miraba los ojos de la niña.
Gisella y François hablaron bastante, él era biólogo y tenía que supervisar las fábricas de leche y queso, Gisella le dijo que ella fabricaba queso y se pasaron el camino hablando de las mil maneras de hacer queso.
Las enormes avenidas de París impresionaron a las muchachas, de vez en cuando François le contaba a Gisella tal o cual cosa de los lugares por los que pasaban.
Al llegar a casa hicieron juntos la cena, mientras los niños jugaban en el cuarto de Pierre, empapelado con cientos de fotografías de aviones y de pájaros. Sonia disfrutaba de un montón de cosas nuevas, pues jamás había salido antes del recóndito Valle de Arán.
Aquella noche, tras quedarse dormidos, Pierre y Sonia, volaron de la mano juntos por París, las negras avenidas se iluminaban con luces doradas, las ventanas mostraban pedazos de la vida de las personas que habitaban las casas, y la catedral Notre Dame, rodeada de agua, les invitó con su esplendor a entrar... dentro no había absolutamente nada, salvo oscuridad, sin embargo... detrás del altar había una puerta por la que entraba una luz maravillosa, como de bosque a pleno sol, Pierre y Gisella se acercaron paso a paso, y cuando franquearon la puerta, se encontraron con un círculo de mujeres vestidas con túnicas y capas blancas . Una anciana de larga cabellera rizada y blanca como la luz, miró a Sonia y la llamó por su nombre. Sonrió y les dijo pasad, pasad, os estábamos esperando.





2 comentarios:

  1. A través de tu relato he recordado un albergue en los Pirineos ya un hospitalero que cantaba habaneras... vista maravillosa al amanecer y un melón que compartimos en plena montaña con otros peregrinos. Un abrazo

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  2. Claro que lo escribí recordando aquello... una de las rutas más hermosas que he hecho en mi vida. St Jean- Roncesvalles, del melón no me acordaba pero ahora que lo dices... si! junto al puente, con aquella mujer que iba con su hijo, no es cierto? un abrazo!

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