sábado, 17 de febrero de 2018

La mano emplumada, y la mirada del ciervo

Érase que se era, una niña que se llamaba Sara, a la cuál le gustaba mucho la danza y también cantar y tocar la guitarra. Como tenía mucho que estudiar, ir al cole y hacer las cosas que le pedían los mayores, ella buscaba en cuanto podía, pretextos para experimentar esa cosa tan extraña y tan maravillosa, que nos haace conocernos a nosotros mismos y que comunmente llamamos: Libertad.

En uno de esos raros momentos, paseando entre los libros como entre los árboles de un bosque, se encontró con una pluma larga y afilada. ¿Qué hará una pluma como esta en una biblioteca? (Se interrogaba Sara)
No lo sabía, pero con ella en la mano, una súbita inspiración le llevó a desear tinta y folios en blanco, Y Sara se dijo: Los voy a encontrar.
Hojas tenía en su casa, pero, ¿y la tinta?
Lo que no sabía Sara es que por el camino hacia su casa, se le iría llenando el tintero.
Decidió escribir una historia con un caniche que le salió al paso ridículamente ataviado y que estaba olisqueando absorto a su alrededor en lo que salía su cuidador o cuidadora del supermercado. En el tintero también se metió un apresurado muchacho que montaba una bicicleta eléctrica de cuernos y ruedas anchas, y finalmente se inspiró, en una señora que le dedicó una sonrisa ancha y que empuñaba un bastón con cabeza de ciervo.
Cuando Sara llegó a su casa, después de haberse comprado un botecito de tinta china, se sentó junto a la mesa y de pronto, aquella pluma se puso a escribir sola, ella apenas la sostenía y bailaba con la hoja como por el bosque, y cantaba un cuento en el cual el chico iba a toda velocidad con su biciclo cuando de pronto, se le cruzó un caniche con trajecito de lana que le hizo frenar súbitamente, cayendo de bruces.
Fué entonces que la risueña señora con bastón y mirada de ciervo se le acercó, y le explicó (sin abrir la boca, o eso le pareció al chico) que al matar los animales, estos le podrían matar también a él.  Acto seguido ella desapareció y se quedaron mirando fijamente el chico y Sara, que sostenía una pluma capaz de hacerle cosquillas en la conciencia a los lectores y ponerles en frente a un chico, cuya mirada había cambiado. Pues ahora era como la de la señora del ciervo, amorosa y tranquila, solo que el muchacho, en lugar de un bastón cogía, la bici por los cuernos

lunes, 12 de febrero de 2018

Las huellas de mi amada

En esta ocasión traemos un vídeo psicodélico ,místico y amoroso. Que lo disfrutes! Si te gusta haz el favor de compartir 😘