viernes, 12 de abril de 2019

Elegía a mi tío Pepe

José, boina y jersey
Él habla quedo
Sensibilidad, a flor de piel

Algo inquieto
Toma nota de todo
Cómo le sienta comer esto
O hacer lo otro

Y conduce su coche
Por una ciudad en inglés

Rafaela, su mujer
Le escucha y sonríe:
No será para tanto, Pepe

Ya oíste al médico
No te preocupes

El tío recuerda las antenas
y le da un escalofrío
Ventisca y nieve,
un cohete entre las nubes

Entonces, se sube a su aeroplano
Y sobrevuela el manzanares
Vestido aquél día, de lentejuelas azules
Allá queda la otra antena
Donde casi le quema, el Pirulí

Él pone rumbo al oriente
Abajo un poeta se acuerda
Abriendo una carta, de él

Buena suerte y buen viaje
Ya no llevas equipaje
Tío Pepe, tú vete

Este mundo cambiante
No está hecho para los gigantes
Que lo ven con ojos de águila
Y que sienten, como las serpientes
Cada piedrecita, floreciendo
Tras su piel

Antena de la Bola del Mundo, diseñada por José Horta Casero


sábado, 6 de abril de 2019

Suspiro de ciudad


Me duele la cabeza (dice tras escuchar uno de mis poemas favoritos)
es que, no te lo tomes a mal (prosigue) siempre escribes de lo mismo
universo omniabarcante, vencejos ambarinos...
Pienso en un poema a un narcotraficante y me relajo, decido no tomarla en serio
pero en el fondo sé que tiene razón
A veces pienso que hago el primo,
otras, que soy un elemento subversivo y recalcitrante,
sosa cáustica regada en la acera.
En la literatura me salgo del hastío de la ciudad y me encuentro con mis alter egos reducidos a su mínimo común múltiplo
Siempre tengo una bicicleta para viajarme por dentro, y recuerdo acampar bajo un pórtico románico en una ermita abandonada... hacer un fuego, tras beber con unos agricultores el primer vino de su cosecha y chapurrear un portuñol disfrazado de gallego.
Otras, soy un olmo sintiendo en sus ramas el viento del otoño. Pero todo esto, me suena a las viejas excusas
con que se justifica mi ego para decirme,
eres esto. 
Observo nubes de luz tras mi ventana bajo el telón covalto y quisiera darlas caza, tenderlas emboscadas desde mi muerte cotidiana.
Y lo soy, tanto como lo otro... un poeta desvencijado tras un largo viaje, que no acaba de encontrarse cómodo, tan cerca de sus padres. Pero no cejo en este empeño de camuflarme en el ramaje y solo me rodean estantes llenos de libros,

y paredes untadas en crema de gotelé.
Pero nunca tan cómodos.
Me da asco la vida lejos del musgo y la cascada. Mi casa no hay que limpiarla. Pero aquí, todo se llena de cuerdecitas y serrín de libros por coser. Y me entretengo leyendo los poemas de las páginas que imprimo y brindo con los agricultores... he vivido tiempos mejores, lo sé. Un poeta en la ciudad es como King Kong en Manhattan
6-4-2019
Si no lo matan, se domestica. La poesía no me necesita. Pero yo necesito cambiar de almohada y poner mi cabeza sobre el musgo de una cascada Así que no me tomes en serio hasta que no lo haga o mejor Tómame, pero nunca en serio Luis Carmona