lunes, 13 de agosto de 2018

El hombre que rebobinaba el futuro.


Érase una vez un veterano ciclista de la baviera alemana. Poseía todavía un vigor que le permitía vivir una segunda (o tercera) juventud, aunque, a juzgar por sus cargadas espaldas, se decía en su casa que cargaba con demasiadas responsabilidades.
Estas consistían en haber sostenido durante cuarenta años los proyectos científicos más punteros de su país, por supuesto, no estaba solo en esto, pero era el único capaz de divulgar los avances tecnológicos de una manera tan eficaz, que hacía que se interesasen por la ciencia hasta las personas más reactivas e impermeables a estas.

Hans, declamaba el funcionamiento de los motores de agua, construía maquetas con sus hijos (Otto y Martina) de los proyectos espaciales en curso, e incluso jugaba con ellas en programas infantiles grabados en Kindergardens y escuelas de secundaria.

Martina bailaba la danza de las esferas con otros bailarines y bailarinas, cada uno representando uno de los planetas y Otto, hacía volar las maquetas de su padre, que explicaba los motores de fusión nuclear mientras tocaba el acordeón, y los ascensores que llevaban las piezas hasta las estaciones espaciales subidas en estos ascensores:
-antes quemábamos 1000 kilos de keroseno para subir un solo kilo de material a gravedad cero. Ahora para ser sincero, lo hacemos mucho mejor. Tenemos un satélite girando ¡a la velocidad de nuestra rotación! Fuerza centrífuga que contraresta el peso del ascensor, y así, subimos las piezas, ¡tan solo apretando un botón!
Hans también explicaba que: La Tierra, antes de contar con trenes propulsados por electroimanes en túneles estancos, de vacío, había pasado por una sobreproducción de coches que casi acaba con la vida de los humanos y otras muchas especies animales y vegetales.
Hans explicaba el efecto invernadero y el posterior congelamiento de europa con un ukelele y voz de tenor:

El coche eléctrico es mucho mejor
Que esos antiguos motores, de combustión
Pero ¡ay de la Tierra, ay de los humanos! Si la producción masiva, sigue contaminando.
Menos mal que la gente ¡menos mal! Fue diferente...
Reconvirtiendo sus coches a gasolina
Por limpios motores de agua que no contamina y encima sólo producen, ¡blancas nubecitas!

¿Y qué me dicen del tren?
Tan rápido o más que el avión
en un túnel solar se sumerge
¡sin usar ni gas ni carbón!
Tan sólo imanes que atraen y repelen
A otros que están, en las paredes
Y no lo roza el aire ni otro elemento
¡en un túnel vacío vuela este invento!

-Hace tiempo que la humanidad ha empezado a establecer colonias en Venus, y sobre todo, en Marte. Pero donde más gente vive, es en la luna.
La posibilidad de ponerte unas alas y saltar por la ventana, ha seducido a muchos soñadores. Si bien, es cierto que el comienzo fue bastante arduo, Hans retransmitió los primeros vuelos en la ciudad burbuja "Mar de la sensualidad" sugerente nombre que ponía de manifiesto, que la limitación de la natalidad, vigente en la Tierra, sucedía en las colonias a la inversa: incentivando las comunidades poliamorosas o simplemente, donde las responsabilidades familiares se veían reducidas: todos podían actuar libremente como padres, madres, niet@s, hij@s etc...

Hans sin embargo, era sobre todo, ciclista.
Había pedaleado por todo el mundo con su compañera ¿de dónde sacaba el tiempo para sus responsabilidades entonces?
Fue el Amor por la Madre Tierra lo que les impulsó á peregrinar en bicicleta, divulgando la ciencia a través del arte.
En sus viajes conoció a todo tipo de personajes y, una de ellas, la asesora gubernamental de investigación y desarrollo vió un filón de oro en este jóven risueño de ojos celestes.
Cuando volvió de sus viajes, en los cuales constató que todos los pueblos ancestrales divulgaban el conocimiento a través del arte, se comprometió a contribuír creativamente, a que la transición hacia la economía circular (basada en el reciclaje, la naturaleza y el desarrollo personal) fuese lo más amable y rápida posible. Hans, en sus viajes vió de todo...

 ...y efectos del calentamiento global eran también la sed, y el hambre.

Hans un día voló a la luna, se quitó la mochila de responsabilidades y saltó hasta la casa en un árbol de su hijo Otto, para que este le diera un buen masaje.
Martina ya había vuelto de Venus, y junto con su madre fueron a hacer fotos en la cara oculta de la Luna, con una cámara infrarroja, y también de la Tierra con un teleobjetivo especial que filtraba los rayos cósmicos y sendos trajes espaciales.
Sus hijos ya tenían la vida bastante resuelta, Otto el terapeuta, Martina la artista bailarina...

Hans no quería sin embargo, irse al otro barrio sin explorar lo más importante, y tras una meditación en el Tíbet a instancias de su fiel compañera y amante, se jubiló, satisfecho.
Ya era bastante lo que había hecho.
Europa, se descongelaba, pues las corrientes oceánicas que la templaban, se estaban recuperando. Las islas y bajíos emergían tras sus titánicas luchas con el Mar.
Era el momento de desempolvar la bicicleta (eléctrica) y seguir viajando con su hermosa y sabia compañera, con la que explorar los mares profundos...de su propia conciencia.

sábado, 4 de agosto de 2018

El fado del mercenario (relato ciberpunk)


El círculo homicida tenía su contrapartida: la sociedad filantrópica interplanetaria.
Ambos grupos tenían fines aparentemente muy loables; el primero, reducir la población más kármica del planeta, es decir, la más consumista y contaminante. Aquella que en palabras de una de sus cabecillas, una filipina llamada Li Xiao, "ponía en peligro la supervivencia del conjunto de la humanidad con su estúpido sueño americano"
Por otra parte, la sociedad filantrópica, fundada por Oxal, una gigantesca mole leñosa venida de Orión, argumentaba que para la humanidad había ciertos límites que no debía de pasar, como por ejemplo, el uso de armas nucleares, prohibido en toda la confederación galáctica y por supuesto, el terrorismo de Estado (los planetas civilizados según la S.F.I cuentan con un gobierno a nivel planetario) pero que debía elegir libremente su destino. Oxal encuadraba al Círculo Homicida dentro de este tipo de terrorismo, el de Estado, ya que eran financiados y armados por ciertos gobiernos que buscaban desestabilizar a los que consideraban sus rivales.
En una de estas reuniones, que sucedía en el claro de un bosque de la selva negra, la Sociedad Filantrópica sufrió una emboscada.

Algunos de sus miembros, babuinos y macacos inteligentes,  lograron huír entre los árboles.
Li Xiao y sus secuaces ametrallaron al conjunto del cónclave filantrópico pero Oxal consiguió desmaterializarse a tiempo.

Hugo Marqués, un mercenario del Círculo Homicida, no logró apretar el gatillo aquella noche. Había cierto código de honor que aquella masacre vulneraba. Sin embargo, Li Xiao se entregó a un frenesí asesino que fue imitado por el resto de sus seguidores, sin hacer prisioneros ni sentir remordimientos.

Tras la matanza, bebieron.
Li Xiao sonreía botella en mano, cantando un himno triunfal, pero cuando fue a orinar, más allá del claro, los babuinos inteligentes le atacaron, hundiendo sus colmillos a diestro y siniestro. Los gritos de Li Xiao alertaron a los homicidas que acudieron en ebrio tropel a socorrer a su jefa, pero los macacos, ya habían desaparecido.
Li Xiao, ensangrentada y con el orgullo en cabestrillo, arengó a sus secuaces:
Esta noche ¡despertará babilonia a la luz de su incendio! Atacaremos la ciudad de Sigmar y nos entregaremos al pillaje. ¡vamos!

Fue así como el Círculo Homicida arrancó sus motos de gran cilindrada a la salida de la selva negra y llegaron de madrugada. Poco después, reinaba el caos en la ciudad. Entraban en sus casas, las saqueaban, y asesinaban a su antojo. Menos mal que pronto intervino la policía y les distrajo de ensañarse con los civiles, aunque cundió un intenso tiroteo.
Hugo Marquês, sentado en un banco, con su pistola enfundada y su largo cuchillo serrado brillando desnudo en el cinto, liaba un cigarrillo.
Frente a él, apareció una guerrera apuntándole con un arco desde un edificio de altas casas. Hugo se hizo a un lado a tiempo y la flecha se clavó en el respaldo, a la altura de donde un instante antes, estaba su corazón.
¡So! ¡guerrera! ¡No quiero luchar contigo!
(Gritó Hugo, parapetado tras un bólido Astra)
Otra flecha atravesó los cristales y su gabardina justo debajo de su entrepierna. Hugo apuntó a la ventana, pero ya no había nadie. La guerrera había saltado desde el segundo piso y corría en Zig Zag a toda velocidad dando saltos y volteretas.
-Fodas (maldijo Hugo) y sacando el cuchillo saltó por encima del coche y salió a su encuentro. Sus ojos chocaron a la vez que sus aceros. La hoja curva de la cimitarra se atoró en el filo serrado de su faca, entonces Hugo le dijo: yo no sé pelear con mujeres ¿quieres ser tú... mi maestra?
Por toda respuesta recibió un zarpazo en la cara que le dejó 4 surcos de sangre, la bota de Hugo, automática, alcanzó a la valkiria en el trasero y esta saltó varios metros y se lo quedó mirando, sin parpadear siquiera.
-Sólo si matas a Li Xiao.
Entonces, Hugo, con la vista clavada en las pupilas de la valikiria, sonriendo, bajó el cuchillo, y le dió las gracias.

Al día siguiente las campanadas doblaban, fúnebres. Elmie y Karl hablaban de música entre los restos humeantes del mobiliario urbano.
-ven a mi casa, tocaremos y beberemos algo.
Justo en el piso de arriba, con el sonido de un chelo y un saxo, Hugo y la Valkiria, tras el entrenamiento, se desnudaron.  La casa estaba desordenada tras la lucha, pero la pareja guerrera no cejaba en el cuerpo a cuerpo.
Hugo lió un cigarrillo y la muchacha, sonriendo, le susurró: así nos conocimos.
-me alegro de que no me acribilles ahora (respondió Hugo aliviado)
-¡nunca bajes la guardia forastero! (exclamó la valkiria, haciéndole cosquillas en los riñones)
-¡ay! no seas mala... fumemos la pipa de la Paz.

A unos 100 kms, Li Xiao soplaba el humo de su Kolt semiautomática. La diana presentaba 7 agujeros; cada uno exactamente alojado en uno de sus centros vitales... o chakras.

Karl y Elmie seguían tocando, parando, a ratos a comer algo y fumarse un porro, para poco después seguir tocando.
Arriba había sonido de jadeos y vidrios rotos, abajo, sirenas de bomberos y policías.
¿Oye Karl, cómo empezaste a tocar el saxo?
-Se lo cogí a mi abuelo, hace tiempo que está criando malvas pero en su tiempo, fue uno de los impulsores de la música folk en esta ciudad.
- ¿Y quién te ha dejado este piso? (Preguntó Elmie)
-mi hermana vive en el piso de arriba... nuestros padres nos los dejaron antes de que Li Xiao les asesinara.
se miraron a los ojos, tras una cortina de lágrimas y entonces, Elmie, sin decir nada, le abrazó.

Arriba, por el ruido, parecía que se estuvieran matando... la valkiria fintó con la Cimitarra y con la mano izquierda le encajó un puñetazo a Hugo en pleno vientre. Este reculó y fue a responderle con un machetazo, pero en el último instante proyectó su cuerpo hacia adelante.
La defensa de la Valkiria se derrumbó ante el peso del portugués.
Fue entonces que él intentó desarmarlas, pero ella le mordió los labios, jugando y le dijo: no está mal, pero si yo hubiera sido Li Xiao te los hubiera arrancado.
Ambos se sentaron, jadeando.
Abajo, una melodia les contagió cierta nostalgia, con los arpegios de un fado.
Hugo se puso a cantar, al mismo compás... al concluir, la Valkiria le dijo:
- voy a presentarte a mi hermano.

Al día siguiente Hugo volvió al campamento de Li Xiao en su ninja verde. Cuando llegó, una comitiva de 15 mercenarios le rodeó, encañonándole. Hugo alzó las manos, sonriendo irónicamente.
Li Xiao saliendo de su yurta negra, se acercó y en un susurro cariñoso le acarició la mejilla con sus 4 arañazos y le preguntó:
-¿dónde has estado? Y sin esperar respuesta con la otra mano le dió un puñetazo.
A Hugo se le torció la sonrisa y tocándose el cuchillo...
-con la que me hizo estos arañazos.
-ah, ¿si? Pues no volverás a hacerlo.
Colgadle de aquél árbol.
Varios miembros del campamento rieron nerviosos pero se apresuraron a hacerlo.
-que os sirva de contraejemplo: si desertáis ¡os pasará esto! Exclamó enfurecida.
Li Xiao echó a andar hacia donde habían maniatado a Hugo e iba a darle un cabezazo, cuando la punta de una flecha asomó de su entrecejo, goteando sangre. Durante un instante se quedó mirando a hugo. Luego, cayó inerte.
Los hombres de Li Xiao buscaron al tirador, disparando indiscriminadamente y Hugo, tras coger el cuchillo de Li Xiao, rodó tras los árboles, serrando las cuerdas como podía.
Mientras tanto, las flechas tumbaban a unos y a otros pues la valkiria se refugiaba tras los árboles, no dejando que ninguno se acercase demasiado. Diezmados, pronto los hombres de la difunta Li Xiao se desmoralizaron y echaron a correr, presas del pánico.
Arrancaron las motos, disparando hacia los árboles y cuando se hubieron ido, poco a poco se desvanecieron los ecos del estruendo.
Hugo salió con el cuchillo de Li Xiao en la mano, se acercó a la valkiria y se lo ofreció inclinándose, ceremoniosamente.
La valkiria lo tomó, con una sonrisa. Hugo se volvió, miró el cuerpo de Li Xiao, con el asta emplumada bailando sobre un charco ocre. Y cerrando los ojos...
se puso a cantar un fado.