jueves, 31 de diciembre de 2015

de viaje...

A la orilla del sueño
Anhelo el pañuelo blanco

sin el corazón cortado
o cortando
latidos de niño áureo

tu lado de la cama
está en otro continente
y nos tocamos

y soñar
que crecimos juntos
que antes de dormir
despertamos
el alba en nuestras vidas

y que juntos coleccionamos
horizontes, postales infinitas
momentos sagrados

martes, 22 de diciembre de 2015

Profecía

Oh Todo:

La energía experimenta la materia
Emergiendo de manifestaciones densas
Invicta, resurrecta
con toda su potencia

Me reflejo en la marea
Incansable amante
Que se rompe y se levanta
bramando indomable

Soy más viejo que antes
Pero he de tirarme
Como un sol al oleaje
Con el fervor de los pescadores
A la virgen del Carmen

Me he visto volver a enamorarme
Y aún que no ha pasado
Tengo una foto
De antes de un viaje
Brotará en las áridas llanuras
El milagro de carne
Más fresco y más suave
Enterraré lo razonable
En la hermosa verdad

beberé de aquella boca
Que se dé
hasta la última gota de su ser
Y entonces, seremos uno
Y no habrá nadie

viernes, 18 de diciembre de 2015

1000.000 de meses

Un millón de meses tengo, con la columna hecha un Frida Kahlo, pero no importa tanto, porque tengo tras los ojos un millón de meses contemplándolo todo, de Sol en Sol. He visto los muertos con su dialéctica de triste hueso, a los indios con su lengua de tierra, a los blancos presumiendo de guapos, a los negros, presumiendo de negros, y concluyo, que nada empezó nunca más allá del simulacro. Que lo mejor nos está esperando con las prácticas de 100 vidas... o 1 millón de meses... concluidas

Aventura accidentada



Aventura accidentada

 
Sábado 13 de Diciembre del 2015

Escribo desde el hospital de Palmor, provincia de Santa Marta, me tiré al agua desde un puente de unos 10 metros de altura y caí mal. Procedo a contar las circunstancias que me llevaron a tan lamentable accidente.

Me despedí de Marina, mi compañera de viaje unos días atrás, buscando mi propio camino a través de las señales que nos da la vida. Estaba en un autobús, observando pensativo por la ventanilla y preguntándome, ¿a dónde voy ahora? Entonces, divisé dos indios kogui, vestidos de punta en blanco. Justo en ese momento le estaba pidiendo al universo una señal, así que decidí ir a la Sierra Nevada con el propósito de aprender de sus medicinas ancestrales.

Fui en autobús hasta San Pablo y allí me dirigí a una pequeña bodega regentada por un niño.
- Amiguito, ¿cómo se sube hasta San Pedro?
-Mi padre te lleva en moto
-¿Puedo hablar con él?
Al poco, salió un hombre joven y fuerte al que saludé y estreché la mano.
-¿Cuánto cuesta subir a San Pedro, amigo?

Ya se estaba haciendo de noche, él dijo una cifra elevada, la bajamos un poco y nos pusimos en camino... El atardecer era impresionante: montañas boscosas en toda dirección y la majestuosa sierra recortándose contra el fondo malva y azul oscuro.
La trocha, de cabras, pero sorpresivamente nos cruzamos un pequeño camión dando brincos ladera abajo. Finalmente, llegamos.
Aquello parecía una colonia del lejano Oeste, estilo montañés, hombres con sombreros a lo cow-boy y machetes envainados al cinto con flecos de cuero, las mujeres, poco femeninas, de miradas torvas y alegres risotadas. Dormí en el hospedaje del carnicero.
 
Olvidé decir que José, el motorista y yo, habíamos acordado que le llamase a mi regreso, su hijo quiere hacerse un didgeridoo y su padre, un tratamiento de reiki. (Cuando íbamos ladera ariba, notaba un pequeño crujido en la articulación de su hombro y me confesó que fue producto de una mala caída en moto.)

Limpié lo mejor que pude aquel matadero que había sido mi habitación con mis instrumentos y después me los llevé a la calle para tocar con los jóvenes del pueblo.
No habían visto nunca ni un didgeridoo, ni un cuenco tibetano, ni una flauta cherokee... y todos estuvieron tocando! Trajeron, además una guitarra y en seguida se armó la fiesta.
Al día siguiente me puse en marcha muy temprano, después de tomarme un tinto (café negro con panela, muy sabroso y cargado) y llegué en moto a San Javier, la localidad más cercana a Don Lorenzo, un indio kogui de 100 años...un mamo, un líder sabio.

En San Javier estaban en plena cosecha de café, no muy alegres por cierto, este año no hubo tanta abundancia como el anterior. Me encontré con un guajiro gallardo, tienen un porte elegante y altivo, como heredado de sus ancestros conquistadores. Este hombre me llevó a un mirador desde donde me señaló el campamenteo Kogui.

-Tienes que bajar la quebrada, cruzar el puente colgante y tomar el camino de la derecha así lo hice, bajé unos 300 metros de altitud, dando saltos con la mochila y el didgeridoo, pero al final todo sucedió de manera muy diferente.
Me perdí un poquito, pregunté a unos colonos que me reencaminaron después de convidarme a un agua panelita, aquí te invitan siempre a algo... un tinto, un juguito, un agua panela... es la legendaria hospitalidad del guajiro colombiano: Café, machete, arepa y sombrero... botas de caña alta, caballo o motocicleta, bigote y buena leña para la hoguera... Buen día, ¿cómo ha estado? ¡Dios me lo bendiga!
Recordé mucho la historia de los Aureliano Buen Dia, aquí el menos pintado se llama Anselmo o Don Cipriano... tienen miles de parientes en la vecindad y presumen de sus tierras y posesiones sin olvidarse nunca de darle gracias al Señor.
Finalmente llegué a donde los koguis... los niños me miraban desde lo alto de una loma que iba remontando paso a paso. Allí mismo se presentó Don Lorenzo ¿100 años? Aparentaba 60, su padre, un gran Mamo, había llegado a los 125.
En ese momento le andaban visitando el de la luz y la de los colegios. Cuando se fueron, Lorenzo parecía algo preocupado. Preguntó el motivo de mi visita, le dije que me interesaba onocer la medicina de su pueblo y su sabiduría, que yo me de dedico a las medicinas alternativas, que para ello cargo los instrumentos... en esto se interesó súbitamente
-Toque, ¡Toque! ¡Haga el favor!
Y toqué el didgeridoo, la flauta cherokee, el cuenco tibetano... y el mamo pedía más.
entonces le hablé de las runas célticas y se las leí a él solo, es algo muy personal.
Yo sentía regalarles algo, le di a elegir y sin dudarlo, escogió el cuenco tibetano.
Se puso muy contento y me dieron de comer yuca con huevo. El mamo vestía unos elegantes harapos blancos, hablaba con la boca llena de coca en kogui o en español indistintamente.
Después de comer me llevaron a sus tambos, unas impresionantes construcciones de madera y pluma de gallo, las hojas con las que cubrían el techo de forma cónica.
Tras esto, fuimos a las cataratas, tan hermosas y deliciosas aguas que me sumergí en ellas hasta diluirme en silencio.

La noche, estuvo cargada de historias, Don Lorenzo me contó como estuvieron al filo de la extinción con el gobierno militar del 45 que pobló las montañas de colonos armados y después, con la guerrilla y los paramilitares que en ocasiones les acusaron de colaborar con el enemigo... Don Lorenzo en aquella época, era estudiante y vivía con los civiles, se había rapado el pelo, separado de su tribu, hasta que comprendió, que había llegado el momento de volver. Entonces, asumió la defensa de los koguis, pocos hablan bien el español y menos, han estudiado en una universidad... se aliaron con los arahuacos y otras etnias locales y argumentaron que ellos protegían las cuencas hidrográficas que alimentan de agua las ciudades costeras, que acabar con los asentamientos, era acabar con el agua, que la misión del kogui es proteger los bosques, ríos y animales y que los colonos tenían que “volver pa bajo”... el gobierno de turno reconoció la función preservadora de los recursos naturales de Santa Marta y declaró Reserva Nacional buena parte de su territorio, también legalizó las colonias existentes pero paralizó cualquier nuevo asentamiento. Fue así que tras el periodo más caliente de la guerrilla, koguis y arahuacos volvieron a vivir tranquilos.
Todos aquí tienen hermanos, amigos, padres o madres muertos o desaparecidos por la guerra, afortunadamente, todo en esta zona, se ha calmado.
Antes, los colonos sembraban coca, marihuana, o amapola blanca, ahora, además de sus cultivos de mango, yuca y banano cultivan, para exportar, el café. ¡Bendito café!

Don Lorenzo me contó como hacía “trabajos” rezando y saliendo de su cuerpo para recuperar dineros perdidos, proteger de enemigos, causas legales... por la noche estuvimos cantando y al día siguiente me despedí y me puse en camino a San Javier. Afortunadamente, Gabriel, su hijo menor, me acompañó, cargando mi didgeridoo, con lo que se cumplió mi esperanza de subir sin cargarlo.
Una vez arriba, y tras tomarme un tintico con unos improvisados amigos, conocí a Carlos, un cafetero mototaxista  que se ofreció a llevarme a Palmor. Filosofamos por el camino, me preguntó ¿cuál es tu Dios? El amor y la bondad le respondí... y eso ¿cómo es? Osea, yo soy de la iglesia evangélica cuadrangular... Eso no importa, le respondí, mi Dios, o el del mamo Lorenzo o el tuyo...No creo que sean muy diferentes. Seguimos hablando de esto y otras cosas y nos bañamos en un río, comimos algo y finalmente, llegamos a Palmor.
Después de la visita subimos a su casa por una trocha empinada y selvática, si no fuera porque paramos 3 veces a tomar tinto o agua panela por el camino, no sé si hubiéramos llegado, por fortuna, por el camino fuimos parando en casas de familiares y vecinos. La muerte andaba cerca y hubo una vez que casi no, que me caí ladera abajo, por fortuna, me detuvo un arbusto a tan solo dos metros. En su casa cantamos y tocamos la guitarra improvisando una canción con las cosas del camino. Esa velada dormí en la parte de atrás de su camioneta. Una vez más me levanté de noche, medité, desayunamos y nos pusimos en camino. Tras comprar una libra de exquisito café en casa de unos vecinos amigos de Carlos, fuimos hasta un río muy bonito que tiene un puente muy alto. Allí, quise enfrentarme a mis miedos... Carlos me aseguró que era bien profundo y que allí la gente, se tiraba. Recé, me desnudé, y me regué un poco de agua en la cabeza y las muñecas... agua de deshielo... pucha... no fue tan difícil como pensaba, era como si ordenase al muñequito de mi cuerpo que saltase... y saltó... me encantó la adrenalina y la sensación de vacío, lamentablemente, no caí del todo recto y al frío de la torrentera se sucedió el estupor del dolor y la torpeza de movimientos. Llegué jadeando y nadando a perrito hasta la orilla. Mi buen amigo, que quizás es demasiado puritano para ver a un hombre desnudo, no se enteró de nada, se fue a buscar la moto y me quedé agónico y solo.
Me puse a rezar mientras me retorcía en la arena buscando una postura que me calmase. No la hallé, mantré la palabra Amor y me puse en pie. Necesitaba la ropa, pues estaba temblando de frío. Entonces, me dirigí desnudo hasta mis prendas, me las puse como pude y me preparé para lo que Dios quisiera, mis dientes castañeteaban, mi cuerpo temblaba, pero el paisaje que me rodeaba era simplemente, maravilloso. Un Dios de agua entonaba su voz blanca. Por ahí pasaron dos caminantes y no se quisieron parar a ayudarme, me saludaron y se fueron. Llegó Carlos, ángel del camino, rezó por mí y mal que bien, me subí a la moto, sin dejar de rezar. Cada bache era un ¡ay! Pero llegamos al hospital, donde me atendieron muy amablemente. Me tomaron los datos y me inyectaron un relajante muscular. Aquí estoy en el hospital, pienso que nada de esto hubiera pasado sin mi egoísmo y obsesión por ir a Palmor. Tenía que haber bajado a San Pablo a hacer ese tratamiento de reiki al mototaxista, pero poco importa ahora. Rezo por llegar bien a mi casa. Mañana vuelo a Bogotá y de allí a Madrid. Dios quiera que haya vuelos y me alcance el dinero. Gracias al Amor por todo y bendiciones para todas y todos. 

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Terminando un viaje...


Balance


Oh Todo:

El viaje, incesante desfile de gentes y paisajes
es una lección de desapego constante

Llevar lo imprescindible
paz para vivir
alegría por combustible
poesía para compartir
y la esperanza indefinible
de un abrazo fraterno
con todo lo posible

serpenteo por la selva
registrando en la hamaca
instantes como perlas

en la urbe camelleo
trocando monedas
por jirones de sueños
en la montaña pirateo
pulgarcito entre canecas
huyéndole al invierno
y en la costa...
por fin la veo!
desde la Lima cenicienta
cocinaba este sueño

Gracias al Todo
gloria por siempre al bondadoso
que riega los corazones
haciendo del yo
nosotros