martes, 12 de abril de 2016

El Gusto es mío, capítulo 3. El espectáculo de Karachi.


También puedes escuchar el capítulo aquí:
https://soundcloud.com/luillykarmona/el-gusto-es-mio



-Shunyata... Maia... abridme, soy Klaus (dijo tocando levemente la puerta de madera con los nudillos)
Estaban remontando el canal de Suez, camino al Mar Rojo, el desierto se extendía en dunas infinitas después de los árboles y cultivos de la orilla
La puerta de madera se abrió, y el Visir le dijo sonriente, adelante, pasa...
Shunyata y Maia se encontraban charlando en un diván, mientras desayunaban té con menta y dátiles egipcios.
¿Qué le trae por aquí, jóven alquimista?
- Todavía no me considero digno de llevar ese título, Señor, tan solo soy un aprendiz... en cuanto a lo que me trae por aquí... es mi amor a Shunyata (dijo Klaus, poniéndose colorado)
-Hmm... valiente e inesperada declaración... la verdad, que no me extraña. Ambas muchachas han sido criadas en los templos del Punjab, son mujeres libres, de buenas familias de devotos Sikhs.
Si deseas unirte a Shunyata, habrán de dar su consentimiento ella y su familia, y hacer una ceremonia Sikh. ¿Estarías dispuesto a eso?
-Mi única religión es el Amor, a la que me debo por entero, Señor... sería traicionarla no hacerlo... deseo que la voluntad de Shunyata sea mi propia voluntad. (Shunyata le dirigió una sonrisa a espaldas del Visir)
Está bien... mientras tanto, habrás de seguir cocinando, y elaborando pociones, en caso de necesidad.
Como padre de Maia y Shunyata, he de decirte, que me alegro, pero que tendrás que pagar una dote, es costumbre en nuestro país, y creo que una mujer como Shunyata, bien merece que el marido disponga de una pequeña fortuna para su protección y estabilidad. Cuando la tengas, entonces, pide su mano y si ella quiere... se irá contigo.
-Gracias Visir. Me esmeraré para que así sea.

El barco atravesaba las aguas a todo trapo, Klaus se dirigía a la cocina y entonces, Harinder, el soldado del Visir pretendiente de Maia, le pidió a Klaus que se uniese a él mientras tocaba el laúd.
Amigo, he de trabajar duro para conseguir una dote para Shunyata, acabo de hablar con el Visir. Si pretendes a Maia, te sugiero que hagas lo mismo.
¡Hermano! ¿Piensas ganar la dote de Shunyata cortando zanahorias? Hemos de tocar juntos, y que Maia y Shunyata bailen al compás de nuestras canciones. Todo el mundo pagará para ver semejante belleza.

A la noche, Harinder y Klaus se reunieron en la habitación de Bishen, el Visir, con Maia y Shunyata y les transmitieron sus ideas para hacer un espectáculo y todos asintieron satisfechos. Bishen les dijo: la próxima parada la haremos en Karachi, en Pakistán, es una gran ciudad costera y mi primo Rajendra trabaja allí en un local donde se celebran bodas y grandes fiestas. ¡Allí haréis espectáculos!


Pero primero, tendréis que ensayar con la tripulación, para estar a la altura de estas muchachas.
Klaus tenía una voz profunda y suave, y facilidad para adaptarse a las melodías de laúd que tocaba Harinder, pero tenía que cantar con los ojos cerrados porque la visión de Maia y Shunyata le arrebataba las palabras.
Sin embargo, al cerrar los ojos seguía viéndolas bailar, y sus palabras en holandés eran libres y espontáneas, cargadas de sentimiento enamorado. Nadie podía entenderle y eso le permitía decirle a Shunyata todo lo que sentía por ella sin reparo alguno.
Las dos muchachas volaban sobre las alfombras a la luz de los candiles, en una danza de sensual ensueño, el Visir, maravillado ante tanta belleza, sonreía embelesado.

Los días se sucedieron uno tras otro y finalmente, atracaron en Karachi. La bulliciosa ciudad les acogió con indiferencia, (aparte de los taxistas de rikshaws, unas moto-taxis) Harinder y las chicas primero fueron a Mazar Al Quaid, la suntuosa mezquita blanca, donde dos guardias barbados les preguntaron su nacionalidad, Klaus y el Visir, de apariencia claramente Sikh, quedaron fuera, curioseando el bazar. Ahí fue cuando Bishen se enteró de los orígenes humildes de Klaus... Querido Bishen, has de saber que mi madre fue una mujer de la calle, y mi padre, un belga vendedor de cigarrillos... contra todo pronóstico para Klaus, a Bishen pareció no importarle en absoluto. Por el contrario, le dijo, las dificultades forjan el carácter, y las carencias de la primera edad, forjan a los hombres prósperos. Mis orígenes no son de noble cuna, querido Klaus, yo nací en una familia destruida por la guerra con los británicos, conocí la pobreza y mi padre tuvo que venderse al régimen colonial para poder sacarnos adelante... todo lo que él quiso fue que yo cambiase las cosas cuando creciera, que recuperase nuestra cultura e hiciésemos valer nuestros derechos. Y aquí estoy, amigo, haciéndolo lo mejor que puedo.
Después fueron a visitar a Rajendra, el primo de Bishen.
El local se llamaba Taj-Mahal, y tenía una gran fuente de agua a la entrada, con intrincadas geometrías e inscripciones en sánscrito talladas sobre la dura roca. El palacio poseía cuatro altos minaretes a los cuales se podía acceder por una escalera de caracol y admirar el mar de Karachi desde lo alto.
Les hicieron esperar a la entrada del local, pues en ese momento se estaba sirviendo la cena, y entonces apareció Rajendra, con turbante amarillo y una túnica del mismo color, los ojos pintados con Kohl y pendientes de oro en ambas orejas. Sonrió enseñando un diente de oro y abrazó al Visir 3 veces antes de presentarse al resto de la comitiva.
¡Bienvenidos a Karachi amigos! ¡Siéntense conmigo en aquella mesa! ¿Cómo te fue por Marruecos, primo?
Bishen le puso al día y Rajendra gesticulaba y reía a cada rato... le contó las nuevas locales y ahí se puso serio. Los musulmanes están reclamando un territorio propio, y ha habido algaradas contra el colonialismo británico... ¿la ciudad está dividida, qué podemos hacer?
-Unirla en la medida de lo posible (respondió Klaus) hagamos un concierto que una a oriente y occidente, Maia y Shunyata bailan desde la cuna y Harinder hará la música y yo puedo cantar y ayudar con la comida
-Harán falta más artistas, llamaré a Ravi, que toca el Banshuri y a Abdul un percusionista que toca tabla. ¡Y bien! Todos a trabajar, tocaréis en la boda del viernes, del sábado y del domingo... ¡aquí se casa gente todos los días!

Aquella noche Klaus y Harinder fueron a dar una vuelta por Karachi. Todavía no sabían donde iban a dormir, así que decidieron ir a tocar por los restaurantes de la ciudad y pasar el sombrero. Así iban practicando y conocían a gente de por allí.
La vida del músico callejero es dura, pensaba Klaus, se trabaja mucho para conseguir poco dinero, pero la gente poco a poco abre su corazón y siempre hay quien te invita a su mesa. Conocieron a dos inmigrantes del Rajastán que trabajaban en el mercado de Karachi. Les contaron que la situación de la India era cada vez más complicada, el líder de los musulmanes pedía un estado islámico independiente, los hindúes querían una India unificada y los británicos, seguían reprimiendo las manifestaciones en pro de la independencia.
En Karachi había habido un saqueo en el barrio gubernamental, con mucha población británica hacía un par de meses y después de esto, las redadas y registros fueron cosas cotidianas.
Aquella noche, Klaus y Harinder durmieron en la casa de los mercaderes y al día siguiente, mientras desayunaban unos chapatis especiados con té de azahar que había preparado Klaus, Rakesh y Ravi, los mercaderes, les escucharon un poema y un cuento, que habían compuesto en el barco para sus amadas.

Harinder tocaba el laúd mientras Klaus, contaba el cuento en árabe, con su exótico acento europeo. Cuando terminó el cuento, los dos mercaderes les agradecieron el desayuno, el poema y el cuento, y les invitaron a quedarse el día siguiente.
Pasaron el día paseando por el zoco y tocando en los restaurantes de Karachi. Por la tarde y vieron a sus amadas practicando su baile en uno de los patios interiores.
Entonces, sin interrumpirlas, Harinder sacó el Laúd y recitó:

Oh, Maia!

Cuando entras en escena

tintinean las estrellas

al ritmo de la música

que encarnas en la tierra

tu cabello flagela el viento

mientras contienen el aliento

los hombres que te observan

no es que seas bella

es que eres la belleza

que devuelve la fe a cualquiera

y le arrebata su tristeza

si fueras fría diosa

odiosa tu presencia sería

pero es que eres humilde

humana hermosa

y tu cuerpo refleja

un alma enamorada de la danza

veo el cielo en tu mirada

y en tu piel la arena blanca

en tu ropa las nubes

y en tus pasos caravanas

no hay norma que te nombre

o que contenga tus formas


Oh, Maia, alma del agua

quien fuera bereber

para tener la fortuna

de peregrinar por tu piel

y saciar su sed

en las noches de luna






Maia había estado bailando con los ojos cerrados, sintiendo cada palabra. Cada gesto era un reflejo fiel de estas, entonces, Klaus se dirigió a Shunyata y esta,comenzó a bailar movida por el hechizo del laúd y las palabras.

Érase una vez una muchacha que caminaba descalza para escuchar el corazón de la madre tierra
te vas a enfermar le decían, ponte las alpargatas
pero ella tenía un tamborcito dentro de su pecho y nadie podía pararla, bailaba y bailaba y bailando, viajaba.
Y no había techos o paredes capaces de frenarla...
afortunadamente, creció en el campo y entre los cultivos y los bosques bailaba.
Te comerá el tigrillo, decían, ¡te resfriarás, muchacha!
Pero ella danzaba y danzaba y bajo la lluvia, en las tormentas, era cuando más le gustaba.
Has de doblar el lomo, trabaja, ¡trabaja!
Y la niña, bailando, sembraba, regaba y cosechaba las plantas.
Pronto creció en porte y gracia y entonces comenzaron a llamarla para que bailase aquí y allá, le daban de comer e incluso le pagaban.

Pero un día que fueron al pueblo, escuchó de un ballet ruso donde la música y el baile eran casi cosa de dioses...
ella se puso muy triste
¡nunca aprenderé a bailar como esas muchachas!
pero entonces escuchó una voz... venía de dentro del bosque
Tan bajito hablaba
que fue esquivando las hojas y las ramas para no hacer ningún ruido, la pobre muchacha.
Entonces vio al picaflor, y sintió su canción sagrada
y la muchacha bailó entre las flores, batiendo las palmas.
Pero el tigrillo apareció, oculto tras una rama
y ella se escondió, alerta y fiera, gruñendo con una piedra.
Después vio a los ciervos, los ratones y a todos imitó, bailando el baile de las fieras.
Y cuando volvió, era niña y mayor, llevaba dentro la voz del bosque, en los pies el latido de la Tierra y en su corazón un tambor, y en la voz, las cuerdas.

Y la niña creció, llevó a la ciudad sus fieras, aprendió danzas hermosas, pero fue cuando recordó su peculiar orquesta, que se sacó los zapatos y bailó dejando las bocas abiertas... lo hizo en teatros, calles y escuelas.

Pero cuando volvió a su aldea, casi no cabía... llevaba la ciudad con ella.
¿Donde has estado, hija, que bailas así, de esa manera?
y entonces volvió al bosque pero se llevó el ritmo de la aldea
y así, en sus talones, se le pegaba el camino
y quiso viajar muy lejos
quiso amar la tierra entera
y viajó y bailó y se hizo mayor
y la gente cuando la veía... veía bosques, ciudades, aldeas, bailarines y bisontes,
Tigrillos, ríos, laderas... y el día que murió
cuando ya era una señora muy vieja, dicen que la Tierra se movió
porque se había convertido en ella

Sunyata había seguido el relato como si fuese una membrana, instantánea, traduciendo cada una de las palabras a un movimiento de su cuerpo. Cuando terminaron los cuatro, el Visir, Rajendra y los demás trabajadores del Taj Majal que se habían congregado en torno suyo, rompieron a aplaudir y los cuatro amigos, a una discreta señal del Visir, se tomaron de las manos e hicieron una reverencia.
Rajendra, sin embargo, permanecía ceñudo ¿qué hacen ahí todos mirando? Esta tarde hay una boda y está casi todo por hacer. ¡A trabajar todos! ¡Ustedes también! (dijo dirigiéndose a Klaus y Harinder) los amigos se miraron sonriendo y fueron a hacer lo encomendado, seguidos de las chicas ¿a dónde van mis sobrinas? No, ustedes se quedarán conmigo y mis esposas, tenemos mucho de qué hablar y tienen que descansar antes del espectáculo ¿verdad?
Entonces, Bishen le respondió: Te acompaño hermano, será un placer tomar un té contigo y tus mujeres pero Rajendra le dijo, lo siento primo, Es mejor que te quedes. Está prohibida la entrada a todos los hombres excepto yo.


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2 comentarios:

  1. Me ha encantado ...sigo oliendo y disfrutando de los aromas orientales

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    1. Muchísimas gracias Inma, me anima mucho a seguir con la historia. Un abrazo!

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