sábado, 4 de agosto de 2018

El fado del mercenario (relato ciberpunk)


El círculo homicida tenía su contrapartida: la sociedad filantrópica interplanetaria.
Ambos grupos tenían fines aparentemente muy loables; el primero, reducir la población más kármica del planeta, es decir, la más consumista y contaminante. Aquella que en palabras de una de sus cabecillas, una filipina llamada Li Xiao, "ponía en peligro la supervivencia del conjunto de la humanidad con su estúpido sueño americano"
Por otra parte, la sociedad filantrópica, fundada por Oxal, una gigantesca mole leñosa venida de Orión, argumentaba que para la humanidad había ciertos límites que no debía de pasar, como por ejemplo, el uso de armas nucleares, prohibido en toda la confederación galáctica y por supuesto, el terrorismo de Estado (los planetas civilizados según la S.F.I cuentan con un gobierno a nivel planetario) pero que debía elegir libremente su destino. Oxal encuadraba al Círculo Homicida dentro de este tipo de terrorismo, el de Estado, ya que eran financiados y armados por ciertos gobiernos que buscaban desestabilizar a los que consideraban sus rivales.
En una de estas reuniones, que sucedía en el claro de un bosque de la selva negra, la Sociedad Filantrópica sufrió una emboscada.

Algunos de sus miembros, babuinos y macacos inteligentes,  lograron huír entre los árboles.
Li Xiao y sus secuaces ametrallaron al conjunto del cónclave filantrópico pero Oxal consiguió desmaterializarse a tiempo.

Hugo Marqués, un mercenario del Círculo Homicida, no logró apretar el gatillo aquella noche. Había cierto código de honor que aquella masacre vulneraba. Sin embargo, Li Xiao se entregó a un frenesí asesino que fue imitado por el resto de sus seguidores, sin hacer prisioneros ni sentir remordimientos.

Tras la matanza, bebieron.
Li Xiao sonreía botella en mano, cantando un himno triunfal, pero cuando fue a orinar, más allá del claro, los babuinos inteligentes le atacaron, hundiendo sus colmillos a diestro y siniestro. Los gritos de Li Xiao alertaron a los homicidas que acudieron en ebrio tropel a socorrer a su jefa, pero los macacos, ya habían desaparecido.
Li Xiao, ensangrentada y con el orgullo en cabestrillo, arengó a sus secuaces:
Esta noche ¡despertará babilonia a la luz de su incendio! Atacaremos la ciudad de Sigmar y nos entregaremos al pillaje. ¡vamos!

Fue así como el Círculo Homicida arrancó sus motos de gran cilindrada a la salida de la selva negra y llegaron de madrugada. Poco después, reinaba el caos en la ciudad. Entraban en sus casas, las saqueaban, y asesinaban a su antojo. Menos mal que pronto intervino la policía y les distrajo de ensañarse con los civiles, aunque cundió un intenso tiroteo.
Hugo Marquês, sentado en un banco, con su pistola enfundada y su largo cuchillo serrado brillando desnudo en el cinto, liaba un cigarrillo.
Frente a él, apareció una guerrera apuntándole con un arco desde un edificio de altas casas. Hugo se hizo a un lado a tiempo y la flecha se clavó en el respaldo, a la altura de donde un instante antes, estaba su corazón.
¡So! ¡guerrera! ¡No quiero luchar contigo!
(Gritó Hugo, parapetado tras un bólido Astra)
Otra flecha atravesó los cristales y su gabardina justo debajo de su entrepierna. Hugo apuntó a la ventana, pero ya no había nadie. La guerrera había saltado desde el segundo piso y corría en Zig Zag a toda velocidad dando saltos y volteretas.
-Fodas (maldijo Hugo) y sacando el cuchillo saltó por encima del coche y salió a su encuentro. Sus ojos chocaron a la vez que sus aceros. La hoja curva de la cimitarra se atoró en el filo serrado de su faca, entonces Hugo le dijo: yo no sé pelear con mujeres ¿quieres ser tú... mi maestra?
Por toda respuesta recibió un zarpazo en la cara que le dejó 4 surcos de sangre, la bota de Hugo, automática, alcanzó a la valkiria en el trasero y esta saltó varios metros y se lo quedó mirando, sin parpadear siquiera.
-Sólo si matas a Li Xiao.
Entonces, Hugo, con la vista clavada en las pupilas de la valikiria, sonriendo, bajó el cuchillo, y le dió las gracias.

Al día siguiente las campanadas doblaban, fúnebres. Elmie y Karl hablaban de música entre los restos humeantes del mobiliario urbano.
-ven a mi casa, tocaremos y beberemos algo.
Justo en el piso de arriba, con el sonido de un chelo y un saxo, Hugo y la Valkiria, tras el entrenamiento, se desnudaron.  La casa estaba desordenada tras la lucha, pero la pareja guerrera no cejaba en el cuerpo a cuerpo.
Hugo lió un cigarrillo y la muchacha, sonriendo, le susurró: así nos conocimos.
-me alegro de que no me acribilles ahora (respondió Hugo aliviado)
-¡nunca bajes la guardia forastero! (exclamó la valkiria, haciéndole cosquillas en los riñones)
-¡ay! no seas mala... fumemos la pipa de la Paz.

A unos 100 kms, Li Xiao soplaba el humo de su Kolt semiautomática. La diana presentaba 7 agujeros; cada uno exactamente alojado en uno de sus centros vitales... o chakras.

Karl y Elmie seguían tocando, parando, a ratos a comer algo y fumarse un porro, para poco después seguir tocando.
Arriba había sonido de jadeos y vidrios rotos, abajo, sirenas de bomberos y policías.
¿Oye Karl, cómo empezaste a tocar el saxo?
-Se lo cogí a mi abuelo, hace tiempo que está criando malvas pero en su tiempo, fue uno de los impulsores de la música folk en esta ciudad.
- ¿Y quién te ha dejado este piso? (Preguntó Elmie)
-mi hermana vive en el piso de arriba... nuestros padres nos los dejaron antes de que Li Xiao les asesinara.
se miraron a los ojos, tras una cortina de lágrimas y entonces, Elmie, sin decir nada, le abrazó.

Arriba, por el ruido, parecía que se estuvieran matando... la valkiria fintó con la Cimitarra y con la mano izquierda le encajó un puñetazo a Hugo en pleno vientre. Este reculó y fue a responderle con un machetazo, pero en el último instante proyectó su cuerpo hacia adelante.
La defensa de la Valkiria se derrumbó ante el peso del portugués.
Fue entonces que él intentó desarmarlas, pero ella le mordió los labios, jugando y le dijo: no está mal, pero si yo hubiera sido Li Xiao te los hubiera arrancado.
Ambos se sentaron, jadeando.
Abajo, una melodia les contagió cierta nostalgia, con los arpegios de un fado.
Hugo se puso a cantar, al mismo compás... al concluir, la Valkiria le dijo:
- voy a presentarte a mi hermano.

Al día siguiente Hugo volvió al campamento de Li Xiao en su ninja verde. Cuando llegó, una comitiva de 15 mercenarios le rodeó, encañonándole. Hugo alzó las manos, sonriendo irónicamente.
Li Xiao saliendo de su yurta negra, se acercó y en un susurro cariñoso le acarició la mejilla con sus 4 arañazos y le preguntó:
-¿dónde has estado? Y sin esperar respuesta con la otra mano le dió un puñetazo.
A Hugo se le torció la sonrisa y tocándose el cuchillo...
-con la que me hizo estos arañazos.
-ah, ¿si? Pues no volverás a hacerlo.
Colgadle de aquél árbol.
Varios miembros del campamento rieron nerviosos pero se apresuraron a hacerlo.
-que os sirva de contraejemplo: si desertáis ¡os pasará esto! Exclamó enfurecida.
Li Xiao echó a andar hacia donde habían maniatado a Hugo e iba a darle un cabezazo, cuando la punta de una flecha asomó de su entrecejo, goteando sangre. Durante un instante se quedó mirando a hugo. Luego, cayó inerte.
Los hombres de Li Xiao buscaron al tirador, disparando indiscriminadamente y Hugo, tras coger el cuchillo de Li Xiao, rodó tras los árboles, serrando las cuerdas como podía.
Mientras tanto, las flechas tumbaban a unos y a otros pues la valkiria se refugiaba tras los árboles, no dejando que ninguno se acercase demasiado. Diezmados, pronto los hombres de la difunta Li Xiao se desmoralizaron y echaron a correr, presas del pánico.
Arrancaron las motos, disparando hacia los árboles y cuando se hubieron ido, poco a poco se desvanecieron los ecos del estruendo.
Hugo salió con el cuchillo de Li Xiao en la mano, se acercó a la valkiria y se lo ofreció inclinándose, ceremoniosamente.
La valkiria lo tomó, con una sonrisa. Hugo se volvió, miró el cuerpo de Li Xiao, con el asta emplumada bailando sobre un charco ocre. Y cerrando los ojos...
se puso a cantar un fado.

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