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Marc Daviau |
De
ver el musgo gigantesco
Y
los árboles de estrellas
pronunciándose
en el aire
De
ver los ríos verdes
Las
ruedas de heno en las praderas
rodando
por el cielo
De
rolar tan solo sus veredas
Se me pusieron los ojos verdes
Y
el cabello atardeciendo en clorofila
Se
me tostaron las patrias y las pantorrillas
Y
se ensanchó la comisura de mis labios
Al
ondularse mis arrugas en las sienes del aire
Vi
ardiendo los lagos
El
marrón quedó debajo
El
profundo negro de mi espacio, está escarchado
Y
se diseminó en mil pedazos
Semillero
de secretos revelados
Entre
perfiles agrestes
Los
maestros eternos
Insuflan
sus ecos
Y
solo queda la levedad
Tras
enterrar los pájaros
Emplumándome
el sombrero
¿Quién se disparará hacia el mandala de nuevo?
¿Quién
se embriagará del amargo recordar
-Para
olvidarse, uno al fin-
de que crezco a medida de que me hago viejo?
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